viernes, 25 de marzo de 2011

Hasta luego, Maestro

Cuando reabrí este blog, me propuse dejar de lado los asuntos personales y centrarme en temas generales, sin que los posts se viesen salpicados de sentimentalismos a los que solía ser propensa. Esta vez hago una excepción, porque la ocasión lo merece.

Hace tres años conocí a una persona maravillosa, una persona que era pura magia, una persona que era “un ángel caído del cielo”, cómo dijo hace apenas un par de días una de las personas, que como yo, queremos con locura a Libélula. Hace tres años, gracias a su sabiduría, su empatía y su increíble amistad superé un duro momento de mi vida y aprendí cosas que ni sospechaba que existieran. Las lecciones que se aprenden del dolor, se graban a fuego en el alma. Esta vez te tocó a ti, Maestro y elegiste seguir tu instinto, siempre lo has hecho y tu instinto es de los que no fallan. Por mucho que me duela, por mucho que lloro tu ausencia, sé que es la decisión más acertada que hayas podido tomar. Estuve pensando en el simbolismo de la sangre, en el simbolismo de la familia, desde luego que hay mucho que hablar, asuntos que resolver y eso no podía ser aparcado por más tiempo. El apoyo que te ofrecen será la mejor de las medicinas.

Con este acto me enseñas otra de tus valiosas lecciones que das sin darte siquiera cuenta; me vuelves a enseñar el desapego. Parece ser que es algo que he venido a aprender en esta vida, pues desde los dos años y hasta el día de hoy he tenido que despedirme una y otra vez de mis seres más queridos. He aprendido vivir con las ausencias y he tenido la suerte de tener algunos intensos reencuentros. Espero ansiosa a reencontrarme contigo frente a una buena taza de té y reírnos juntos de las locuras vividas y de todas las que nos quedan por vivir. Casi puedo sentir el calor húmedo fuera mientras nosotros, sentados en unos cojines en el suelo de la vieja casa, disfrutamos de la brisa de un ruidoso ventilador. Sé que será pronto, hasta entonces: hasta luego, Maestro!

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