viernes, 25 de marzo de 2011

Hasta luego, Maestro

Cuando reabrí este blog, me propuse dejar de lado los asuntos personales y centrarme en temas generales, sin que los posts se viesen salpicados de sentimentalismos a los que solía ser propensa. Esta vez hago una excepción, porque la ocasión lo merece.

Hace tres años conocí a una persona maravillosa, una persona que era pura magia, una persona que era “un ángel caído del cielo”, cómo dijo hace apenas un par de días una de las personas, que como yo, queremos con locura a Libélula. Hace tres años, gracias a su sabiduría, su empatía y su increíble amistad superé un duro momento de mi vida y aprendí cosas que ni sospechaba que existieran. Las lecciones que se aprenden del dolor, se graban a fuego en el alma. Esta vez te tocó a ti, Maestro y elegiste seguir tu instinto, siempre lo has hecho y tu instinto es de los que no fallan. Por mucho que me duela, por mucho que lloro tu ausencia, sé que es la decisión más acertada que hayas podido tomar. Estuve pensando en el simbolismo de la sangre, en el simbolismo de la familia, desde luego que hay mucho que hablar, asuntos que resolver y eso no podía ser aparcado por más tiempo. El apoyo que te ofrecen será la mejor de las medicinas.

Con este acto me enseñas otra de tus valiosas lecciones que das sin darte siquiera cuenta; me vuelves a enseñar el desapego. Parece ser que es algo que he venido a aprender en esta vida, pues desde los dos años y hasta el día de hoy he tenido que despedirme una y otra vez de mis seres más queridos. He aprendido vivir con las ausencias y he tenido la suerte de tener algunos intensos reencuentros. Espero ansiosa a reencontrarme contigo frente a una buena taza de té y reírnos juntos de las locuras vividas y de todas las que nos quedan por vivir. Casi puedo sentir el calor húmedo fuera mientras nosotros, sentados en unos cojines en el suelo de la vieja casa, disfrutamos de la brisa de un ruidoso ventilador. Sé que será pronto, hasta entonces: hasta luego, Maestro!

martes, 15 de marzo de 2011

Citas de "Siddharta" de Hermann Hesse

“El saber es comunicable, pero la sabiduría no. Puede hallarse, puede vivirse, nos sostiene, hace milagros; pero nunca se puede explicar ni enseñar. Esto es lo que ya de joven sospechaba, lo que me apartó de los profesores.”

“No obstante, el mundo mismo, lo que existe a nuestro alrededor y en nuestro propio interior, nunca es unilateral. Jamás un hombre o un hecho es del todo Sansara o del todo Nirvana, nunca un ser es completamente santo o pecador. Creemos que así es porque tenemos la ilusión de que el tiempo es algo real. Y el tiempo no es real.”

“Esta piedra es una piedra, al mismo tiempo es animal; también un dios, también un buda; no la venero ni la amo por lo que algún día podría llegar a ser, sino porque ya es y siempre ha sido todas estas cosas, desde siempre. Y precisamente esto que ahora se me presenta como una piedra, que ahora veo en forma de piedra, merece mi amor por ser lo que es. Le doy valor y sentido a cada una de sus líneas y huecos, a sus colores, a su dureza, al sonido que produce cuando la golpeo, a la sequedad o humedad de su superficie.”


“Las palabras no expresan bien los pensamientos: en cuanto se pronuncia algo, ya cambia un poquito, se distorsiona, pierde sentido. Y también esto es bueno y me parece justo, que la sabiduría y tesoro de una persona parezca necedad y locura a la otra.”

“Aquí, en esta barca, por ejemplo, mi antecesor fue un hombre, un santo que durante muchos años creyó simplemente en el río, en nada más. Notó él que la voz del río le hablaba; de ella aprendió. Ella lo educó y lo enseñó. El río parecía un dios. Durante muchos años ignoró que todo viento, nube, pájaro o escarabajo es igualmente divino y sabe y puede enseñar tanto como el río. A pesar de esto, cuando ese santo se marchó hacia los bosques, lo sabía todo, más que tú y yo, sin maestros, sin libros, sólo por medio de su fe en el río.”

“El amor, Govinda, me parece que es lo más importante que existe. Penetrar en el mundo, explicarlo y despreciarlo, es cuestión de interés para los grandes filósofos. Pero a mí, únicamente me interesa el poder amar a ese mundo, no despreciarlo; no odiarlo ni aborrecerme a mí mismo: a mí sólo me atrae la contemplación del mundo y de mí mismo, y de todos los seres, con amor, admiración y respeto.”