Sus pasos hacían crujir levemente la fina gravilla angulosa. Apenas se oía otra cosa que ese suave crujir acompasado. Ni los insectos se atrevían a salir de sus escondrijos con semejante calor aunque el paisaje pareciese congelado por lo quieto que estaba el aire. De no ser asi, no la habría visto. Estaba al margen del camino, entre las briznas de hierba. Era maravillosa, parecía más ligera que el aire y era casi transparente. La cogió con cuidado, temiendo que se disolviese al tocarla y la dejo flotando en la amplitud de su bolsa.
Era justo lo que había pedido al universo. Una pluma para su atrapasueños, La Pluma... Y la había perdido. ¿Cómo había podido suceder? ¿Tal vez porque no le dio la importancia debida? Debería haberla guardado con más cuidado, no habría ninguna que pudiese reemplazarla. Seguro que encontraría otras pero Esa, Esa ya no volvería a verla. Angustiada, no hacía más que preguntarse dónde podía haberla perdido. ¿Fue cuando se bañó en el mar fiero de espuma? Tal vez al salir del agua, aturdida, había abierto la bolsa y La Pluma había volado, era tan ligera... O fue al llegar a casa, cuando abrió la bolsa y fue a darse un baño... ¡Pero entonces estaría por ahi, tirada en el suelo como una vulgar y gran mota de polvo! Le dolía sólo de pensarlo. Rebuscó por el suelo sin llevarse el agradable sobresalto de encontrarla. Había desaparecido.
Durante días, se torturaba repasando todos sus movimientos desde que la encontró hasta que se dió cuenta de que ya no estaba. No lograba acordarse de todas las acciones que hizo y eso la estresaba. Además, lo que peor la hacía sentir era que no podía contárselo a nadie, ¿cómo decir a alguien que estás mal por haber perdido una pluma, sin parecer una desequilibrada?
Pasó una semana y no pudo más, se lo contó a su pareja, paradójicamente, la persona más escéptica que conocía. Eran como el Yin y el Yang. Como el cielo y la tierra. Blanco y negro. O lo que es lo mismo: eran una ilustración viviente de todas esas chorradas de que los polos opuestos se atraen.
El la escuchó en silencio describirle la pluma, dónde y bajo qué circunstancias la encontró, por qué era importante para ella y luego una retahila de "es difícil de explicar", "no creo que lo entiendas" y "me estarás tomando por loca". La escuchó y cuando ella paró su monólogo, la abrazó y le dijo: "Si es importante para tí, también lo es para mí. Te ayudaré a buscar más, si la deseas y vuelves a pedir, aparecerá".
Al final la pluma no fue para el atrapasueños: le hizo un regalo que no esperaba. Le abrió los ojos, para que se diese cuenta de que una vez más, no debía dar nada por supuesto. Puede que él fuese el mayor de los escépticos, pero hacía un esfuerzo titánico por descifrar su mundo, tan ajeno al suyo. Eso vale mucho y aunque no siempre la entendiese, no iba a dejarla sola, la seguiría a ese mundo si hiciese falta.
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